Revista de Guitarras

Gibson Les Paul Studio 1996

Gibson Les Paul Studio 1996

Está claro que la fascinación por los instrumentos antiguos va en aumento dentro de nuestra peculiar comunidad e igualmente crece la controversia generada en torno a la tendencia artística de desgastarlos y envejecerlos artificialmente.        

Ni los visionarios Leo Fender o Ted McCarty lograrían entender hace tres cuartos de siglo que los términos Relic, Aged, Distressed o similares estarían ligados actualmente a las propuestas de catálogo más caras de los fabricantes con mayor reputación del planeta.

Sí, los tiempos han cambiado, los Guitar Heroes ya no suelen vestir de chaqueta y exhiben en el escenario sus hachas cinceladas por décadas de giras alimentando así el deseo popular de emulación. La gente quiere lo que ve.

Retomamos: Relic, Aged, Distressed… Cada marca propuso o patentó un término diferente para este concepto de envejecimiento provocado y si el producto continua en el mercado es porque funciona.

Pero toda tendencia tiene sus detractores y, en este caso, son guitarristas con un ángulo de opinión sostenido por argumentos casi románticos como:

“¡Ya la desgastaré yo!”, prefiero que envejezca conmigo” o “¿Qué estupidez es esa de comprar guitarras arañadas?”. Cada cual tiene su opinión y este dilema se ha convertido en un clásico de tertulia de mostrador.

Gibson Les Paul Studio 1996

Gibson Les Paul Studio 1996

He trabajado durante veinte años en tiendas de instrumentos y me he cruzado con todos los perfiles de clientes, o más bien ellos conmigo. Cualquier punto de vista me parece respetable pero, seamos honestos…

¿Cuántos años tendrían que pasar para que una guitarra alcanzase el nivel de envejecimiento que ofrecen estos fabricantes?

¿Cuántos cientos de miles de horas tendría que pasar nuestro pulgar luchando contra el lacado del mástil hasta dejarlo increíblemente pulido y gustoso?,

¿Seremos capaces de soportar el sufrimiento de ver magullarse lenta y aleatoriamente nuestra querida, inmaculada y carísima guitarra?,

¿Estamos seguros de que las heridas de guerra que le propinemos serán tan atractivas como las que un Master Builder puede hacer por nosotros?,

¿Qué edad tendremos cuando ese instrumento tenga el aging” deseado, el color de pintura añejo, la comodidad de un guante y la libertad para poder acompañarnos a cualquier lugar sin una armadura?,

¿La artrosis nos permitirá tocar cuando todo esto suceda?

Ahí dejo mi reflexión para la meditación particular y voy a proponer dos ejemplos de lo que llamaremos Envejecimiento en este artículo y otro próximo número de Cutaway.

Hoy, como paradigma de Envejecimiento Natural y azaroso, vamos a analizar una Gibson Les Paul Studio Alpine White de 1996.

Esta propuesta accesible dentro de la llamada Good Wood Era” incorporaba sofisticados detalles como un grueso diapasón de ébano armado sobre mástil de caoba de una pieza con un perfil 59 que roza la perfección del canon original.

Gibson Les Paul Studio 1996

Gibson Les Paul Studio 1996, pastillas

Sus 4´2 kg de peso son aceptablemente correctos tratándose de una Les Paul pero no nos engañemos, a pesar del típico alegato de los viejos lobos de algunas tiendas de instrumentos, las Studio no son más baratas sólo por carecer de los adornos y detalles de otras gamas superiores sino que sus cuerpos son también más finos (casi medio centímetro) por lo que es lógico pensar que las mejores piezas de caoba, las más ligeras, suelen pasar esta serie de largo.

A lo que vamos. Se trata de una guitarra usada pero no abusada, nunca sufrió un crudo invierno en Dakota del Norte ni cambios drásticos de temperatura en las puertas de los clubes. Ha sido querida y bien tratada, se nota, pero a pesar de todo no ha podido vencer el típico deterioro del escenario y la carretera.

Su acabado Alpine White original se ha transformado en un color crema degradado veintinueve años después. La laca está amarillenta, con matices irregulares por todo el mueble y sólo hay pequeñas zonas de un color blanco más luminoso y a modo de manchas en el canto inferior, probablemente debido a que es el sitio que menor exposición tiene a la luz.

La madera, al ser un elemento vivo, no para de dilatarse y contraerse dependiendo de la humedad o sequedad del ambiente, lo que produce que la pintura o el barniz que la recubre estalle y se craquele.

En el cuerpo de esta Gibson se pueden observar lugares marcadamente agrietados como los cercanos a los agujeros de los marcos de pastillas o la zona sobre la que van montados los potenciómetros, más vulnerable quizás al ser un área perforada y con presión continua de las tuercas de estos componentes que pueden provocar el craquelado de la laca.

Los embellecedores de potenciómetros han perdido su brillo original, incluso uno de ellos está totalmente rajado pero milagrosamente sobrevive y cumple perfectamente su función. El dorado de las tapas de pastillas está bastante degradado en comparación con el puente y el cordal por lo que me inclino a pensar que son aleaciones distintas y reaccionan de manera diferente a la corrosión.

Alrededor de la placa del conector jack y en los cantos del cuerpo aparecen pequeños desprendimientos de pintura debido a ocasionales golpes y rozaduras de correas, cinturones o alguna cadena. También queda claro que ha descansado más de una vez en lugares poco recomendables.

Gibson Les Paul Studio 1996, diapasón

Gibson Les Paul Studio 1996, diapasón

Desde la cejuela y descendiendo por los “hombros” del mástil vemos una fina grieta longitudinal paralela al diapasón, algo frecuente en los acabados Alpine White de la marca con sede en Nashville; pero no hay nada que temer porque no se va a desintegrar, no llegaremos a la cama con restos de pintura en las manos. El color de la parte trasera del mástil está algo menos intenso y menos amarillo, pulido por el roce del pulgar. Tiene un tacto suave pero se sigue notando el barniz.

El diapasón de ébano tiene sus cantos suavemente cuarteados y luce envidiable, los trastes siguen altos y están perfectamente nivelados por algún luthier experto; no hay ninguna mella o desperfecto reseñable y le quedan muchos años por delante.

En la parte trasera superior del mástil, justo donde comienza el clavijero y a ambos lados de éste, unas marcas oscuras delatan que fue colgada en algún soporte de pared no adecuado. Muchos de estos accesorios tienen una superficie de goma que reacciona fatalmente con la nitrocelulosa y producen este efecto; las dejan marcadas para siempre así que hay que tener cuidado.

Para terminar subimos hasta el clavijero y llama la atención el “cascareo” producido por una multitud de lineas paralelas sobre la plancha que incorpora el logo de la marca, más pronunciadas en los huecos donde van insertadas las clavijas y sobre el característico contorno de “bigote” de la pala que, por supuesto, tiene el pico inferior hundido por algún desafortunado golpe.

Las palometas del clavijero están perfectas, brillantes y con los vástagos bien rectos, eso sí, las arandelas y tuercas tienen un color más parecido al cobre que al dorado. En la parte posterior del clavijero, las tapitas embellecedoras que encapsulan los engranajes defienden muy bien su color con un bonito desgaste.

Esto ha sido todo. Os he mostrado una guitarra con un envejecimiento no muy espectacular pero sí homogéneo después de casi treinta años, que conserva todos sus accesorios originales y está apta para un uso profesional.

No ha pasado por cirugía ni ha sufrido modificaciones y su desgaste tiene una historia que contar o que fue obligada a vivir, ese es el magnetismo que desprende y que te hace tenerla siempre al alcance de la mano.

Espero que os haya gustado y nos vemos en el próximo número, amigos.

Fer Gasbuckers.

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