Roberto García «ThunderTomate»
En este número de Cutaway hemos querido acercarnos a la vertiente más tradicional y, seguramente, más apetecible para la mayoría de guitarristas: los pedales de boutique. Para ello nos hemos acercado a Roberto García que, bajo la marca ThunderTomate ha conseguido hacerse un hueco en el mercado y ganarse el respeto y admiración de los más exigentes del tono.
¿Cuándo, cómo y por qué comenzaste a interesarte por el mundo de la guitarra?
R: Fue a finales de los ochenta, cuando tenía unos trece o catorce años. Alguien, creo que mi hermana, había dejado por casa una guitarra española y empecé con los primeros acordes abiertos. Por entonces estaba obsesionado con The Who y, claro, no había forma de hacer de Pete Townshend con semejante instrumento, así que poco después me hice con una eléctrica de calidad ínfima que, rápidamente, cambié por algo más manejable.
Aún recuerdo la primera vez que cogí una eléctrica. Acostumbrado como estaba a las cuerdas de nylon pensé que me cortaría al arrastrar los dedos sobre esas cuerdas tan finas. Por suerte, iba al colegio con un amigo que también estaba metido en este mundillo, de manera que no estaba tan perdido.
Después, supongo, comenzaste a interesarte por el mundo de los efectos ¿Cómo se produce ese paso?
R: De pequeño, al ir a comprar cuerdas a mi tienda habitual, siempre pasaba delante del expositor de los pedales: la mayor parte eran viejos MXR y BOSS. Finalmente, un día pregunté al dependiente si podía probar alguno de ellos. Al cabo de un momento tenía la guitarra conectada a una distorsión Rocktek, un chorus y un delay analógico de BOSS. Aquello me pareció fantástico. Me llamó mucho la atención. Me sorprendió que los sonidos que estaba escuchando saliesen de mis dedos.
¿Cómo empiezas a interesarte por los efectos desde el punto de vista técnico?
R: Siempre me interesó la electrónica. Antes de descubrir el mundo de los pedales de efecto en su vertiente musical ya me habían llamado la atención desde el punto de vista técnico. Por entonces no tenía conocimientos como para entender su funcionamiento pero, aun así, lo intentaba. Recuerdo haber destartalado, de crío, un wah CryBaby intentando entender cuál era la función de la bobina en el circuito. Finalmente, no fui capaz de hacerlo funcionar de nuevo. Me sentí como un idiota porque me había gastado la paga semanal de un par de meses en ese cacharro.
¿Cómo fue tu formación? ¿Fuiste autodidacta? ¿De qué conocimientos partías y a cuáles tuviste que hacer frente?
R: En parte soy autodidacta y en parte no. Por suerte, he estudiado electrónica. Primero cursé cinco años de Formación Profesional y luego estudié Ingeniería. Con ello fijé los conocimientos básicos, cosa que me resultaría muy útil más adelante. Después tuve que aprender sobre otros temas, también necesarios, que no se imparten en la enseñanza reglada. Nadie te explica en la universidad cómo funciona una válvula de vacío, por ejemplo. Ese tipo de cosas tienes que aprenderlas por tu cuenta.
Empecé con esto de los pedales años antes de que Internet se popularizara, así que el principal problema era encontrar información. Tenías que hacerte con revistas especializadas en electrónica donde, de vez en cuando, salía algún circuito de audio; o comprar algún kit de montaje lejanamente relacionado con el tema. Algunos de los conocimientos que adquirí en esa época fueron a base de ensayo y error.
¿Cuál fue tu primer trabajo, profesional o no, en cuanto a efectos se refiere?
R: Mi primer pedal ‘no profesional’ lo monté a principios de los noventa. Fue un sencillo booster con un transistor. No tenía conmutador de pedal, porque no había forma de conseguirlos, así que para el bypass coloqué un conmutador de palanca de accionamiento manual. No tengo ni idea de qué habrá sido de ese booster, pero no iba mal. Todo el mundo creía que aumentaba la potencia del amplificador porque lo hacía sonar más alto sin tocar el mando de volumen, así que suponían que era un gran invento.