The Rolling Stones
El pasado Sábado me desplacé desde Londres a Pola de Siero (Asturias) para ver la exposición fotográfica “On Stage” de mi compañera de macarradas “Mabel Ladyblues”. Las fotografías allí expuestas (acojonantes) son shots purísimos y sinceros de bandas de Blues internacionales y nacionales. Obviamente la música es el fondo. Tuve suerte: llegué y la exposición estaba cerrada; No abría los fines de semana. Y digo que tuve suerte porque se me abrió la sala para un visionado privado cuando los empleados vieron el arma que asomaba bajo mi parka.
Estando ya dentro, a puerta cerrada y con el silencio como compañero, sentí que algo me faltaba para que la peregrinación fuera perfecta. ¡Claro, coño! Allí faltaba música.
Siempre viajo con mi Ipod así que era hora de que aquel pequeñajo hiciera su trabajo. ¿Pero qué escuchar? Porque yo no podía echar todo aquello a perder seleccionando la música equivocada; no podía joder el momento eligiendo cualquier cosa. Me habría traicionado a mí mismo y le habría faltado al respeto a Mabel.
Creo que todos tenemos canciones que nos comunican cosas de diferentes maneras; o canciones que están hechas para un determinado momento; incluso canciones que pertenecen a “ese momento exacto”. Hablo de esas canciones que se necesitan ya o ya; Hablo de la banda sonora de nuestras vidas. Así de hortera: la banda sonora de nuestras vidas.
Por eso cuando me vi allí no tuve ninguna duda de las canciones que me acompañarían en el paseo fotográfico: “You Can´t Always Get what you want” y “Prodigal Son”, ambas de los Stones, y otra que me sorprendió por inesperada y que iluminó mi cara por cómo me atrapó y me partió el alma. Pero de ella hablaré más adelante.
Permitidme que os diga por qué: La primera habla de muchas cosas, pero entre otras, nos sumerge en el mundo de las exposiciones de Chelsea; mundo intelectual, de artistas y de copas de vino caro. La intro, además, es perfecta para ese paseo de acercamiento a la primera imagen que va a ser disfrutada; era casi un coro orgiástico que me daba la bienvenida al interior del certero ojo de la fotógrafa. “Prodigal Son” es una adaptación de uno de esos temas tradicionales del blues primerizo y primitivo; Es una canción de algodoneros y de manos curtidas y destrozadas; es gospel, alma y muy azul. Tras unos cuarenta minutos en los que los temas nombrados fueron escuchados varias veces abandoné la estancia y me dirigí a la estación para tomar un tren de vuelta a Gijón. Sonaba “Love in Vain”.
Me gustan los Stones. Y digo los Stones, porque cuando hablo de los de después de “Sticky Fingers”, los llamo Los Rolling. Es una forma de diferenciar lo que para mí es fundamental y absolutamente enorme en su obra y lo que simplemente fueron unos cuantos discos con algún que otro tema interesante. Los Stones ocupan la mayor parte de la banda sonora de mi vida. Por eso todo lo expuesto al principio sobre la exposición, para que quede claro de lo que hablo. Los Stones tienen una canción para cada situación y para cada estado de ánimo. Son como “El Padrino” pero en forma de banda de rock.
No quiero analizar aquí cada uno de los discos de los Stones; sería estúpido y repetitivo. Lo que quiero es que el lector, al menos, entienda porque para mí los Stones son los mejores, por qué soy adicto a ellos. Y no es que lo que yo piense sea la puta verdad, no…Sólo me gustaría compartir con quien esté interesado determinados sentimientos, frikismos, sensaciones y golpazos putos al hígado que estos tipos me propinan cada vez que los escucho.
Los descubrí muy de joven; Me desvirgaron stonianamente con “Beggars Banquet”. Me mató cuando lo escuché por primera vez y aún alucino cuando lo oigo. Creo que “Simpathy for the Devil” es de las canciones más acojonantes jamás escritas. Estaban inspirados y malditos. Los gritos, la percusión, Jagger…todo suena muy oscuro, vudú y morboso. Pero todos los temas juntos son los que configuran esta animalada de álbum: El slide de “No expectations”, la chulería acojonantemente cantada en “Jig Saw Puzzle” y “Stray Cat Blues”; el country, el gospel y el blues siempre de fondo. Y además el transfondo social detrás, porque no nos olvidemos de que en este disco están la deliciosa (Lopi dixit) “Factory Girl” y “Street fighting man”, revolución rock y grito callejero. Hay homenajes como “Dear Doctor” y la arriba nombrada “Prodigal Son”; Y cerrando el disco nos encontramos con la todavía un tanto desconocida obra maestra “The Salt of the Earth”, canto que nos invita a levantar las copas por los que trabajan duro y nacieron pobres. Este banquete de pordioseros, en mi opinión, es la biblia del Rythm and Blues británico y, sin duda, influencia de cientos de futuras bandas. Además en este disco podemos encontrar muchas de las cosas que los Stones deben agradecer a Brian Jones, ese pobre duende colocado que sentó las bases del sonido que ahora es inmortal. Jones dejó caer gotas de su lisérgico y bluesy sudor en cada uno de los discos en los que está presente.
En “Beggars Banquet” aparecen también las guitarras más cáusticas, áridas y ácidas que jamás tocó Richards. Creo que sus acústicas no han sonado nunca así. Son una escuela y un manual del buen gusto; son un “menos es más” escupido a la cara de los virtuosos que en ocasiones destrozaron canciones; Richards suena a él. Punto. Y Richards toca el alma y te llora y te chulea; Keith da vida a melodías y convierte unas frases en algo que existirá para siempre…Su “strumming” es eterno, doloroso y punzante. Estaba que se salía en este disco.
Dije que no comentaría sus discos y ya he desvirgado uno (no habrá más), pero con una intención. Intento comunicar al lector lo que se puede captar y lo que se debe captar metiéndose en vena cualquiera de sus discos. Porque en realidad, lo que me llevó a escribir estas líneas es la absoluta convicción de que los Stones son más que un grupo.
No está demás reconocerles el hecho de que muchos de los bluesmen que permanecían en el olvido, algunos de ellos arruinados y grises, tuvieran una nueva época dorada debido al apoyo y la reivindicación por parte de los Stones. No sólo por las versiones que pasearon por cientos de escenarios, sino porque se trajeron a Europa a muchos de esos grandes músicos y compartieron gira. Los Stones estaban agradecidos y lo manifestaron. He leído en numerosas ocasiones que los Stones son auténticos bluesmen (en especial Richards), y creo que nada más lejos de la realidad. Es más, creo que sus versiones de clásicos del blues no son, como blues, lo que se podría esperar. Y digo como blues, porque como canciones son enormes. Les imprimían su toque Stone, su gracia, su jodida malevolencia de escuela de arte; Y Mick las adornaba con esa mezcla de acentos y gemidos y las hacía perfectas. Pero no son blues, son canciones de los Stones…hay muchos ejemplos: LOVE IN VAIN, HONEST I DO…No suenan como un purista del blues querría, ¿pero por qué coño han da sonar así? Son Los Stones y suenan a Stone. Punto.
Y ahí es precisamente a donde quiero llegar. Los Stones no son sólo una de las bandas más acojonantes del rock; Los Stones son, por definición, un estilo. Y creo que son el único grupo del que se puede afirmar esto sin matices. Cuando definimos o intentamos definir una canción, solemos puntualizar que suena “a blues”, o suena “popera”, o “siniestra”…etc. En definitiva la enmarcamos en un estilo. Y esto es lo fascinante del tema: También decimos que determinada canción suena “Stone”; Así. Stone es un estilo de música más. Y eso a mí me parece tremendo. No es frecuente; no lo es en absoluto. Desde sus primeras grabaciones londinenses hasta los setenta sonaron fieles, concretos, geniales y personales. Tuvieron cambios en su sonido, en el uso de los instrumentos y mamaron de todo los que les caía cerca: Pero no pudieron evitarlo: crearon un estilo. Con Mayúsculas. Son reconocibles y únicos. Tanto si te gustan como si tienes la mala suerte de que no…
Como ejemplo de esto os cuento que este artículo surgió de una conversación con José Manuel (director de Cutaway). Colgó en Facebook el tema “Dead Flowers” y alguien dijo que le gustaba esa vertiente country de la banda. Coincidimos todos, pero finalmente llegamos a la conclusión de que en realidad sonaban a ellos mismos. Ni country ni leches. Siempre suenan a Stones. Es así, inevitable…
A mí me gusta la música Stone. Es mi estilo favorito. Por eso los amo y por eso me acompañan a todas horas. Yo veo Stones por todas partes. Como dije, conforman la banda sonora de mi vida. Quizá sea enfermizo, pero me da igual. Bendita enfermedad. Y por eso, el Sábado, en la exposición de una de mis personas preferidas, Mabel “Ladyblues” (¿Conocéis algún nombre más sugerente?), estos tipos no podían faltar…Porque también son parte de mí y de lo mío. Así, adornaron el momento, lo agrandaron, lo hicieron mágico y me hicieron sentir que estaba vivo y muchas más cosas.
Por supuesto ahora los estoy escuchando. Era obligatorio para escribir sobre ellos. Suena “You got the silver”, que es precisamente la canción que sonaba cuando, en la exposición, estaba frente a una apabullante foto de Koko Taylor que me hizo llorar. Es perfecta para despedirme y volver a mi mundo. Es perfecta como canción y como testimonio de lo que son Los Stones: la banda sonora de mi vida y mi estilo.
César «Máyor» Mayordomo.